domingo, 23 de octubre de 2011

Fumarolas De Amor, Fumarolas

Hace un momento escuché un viejo couplé referente al amor entre los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl, famoso allá por los años veinte en los teatros de revista, y que yo conocí hace unos años a través del desaparecido programa de Televisión ''La güereja y algo más''. Hoy que volví a escucharlo causó en mí una sonrisa enorme, ya que me di cuenta que, cuando niño, no tenía ni la más mínima idea del sentido de esta cancioncita...


El Popocatépetl tiene una mujer
es el Iztaccíhuatl, como sabes bien:
la mujer dormida, el Popo, un volcán
que hecha fumarolas de necesidad...

Fumarolas de amor, fumarolas,
él tiene ganas y están a solas;
fumarolas de amor, fumarolas,
ella dormida y él que se hace bolas...

Fumarolas de amor, fumarolas,
fumarolas,señora Iztaccíhuatl
de su marido que hace erupción
porque necesita hacer el amor...

Hágale caso, porque la ocasión
sólo Dios sabe si se vuelva a dar;
aproveche y póngase igual
y al Popocatépetl hágalo explotar...

viernes, 30 de septiembre de 2011

Estar En Pareja

Tengo que admitir que la forma en la que más me gusta estar es en pareja. ¡Lo disfruto muchísimo! Me gusta querer y sentirme querido. Me gusta compartir, ser cómplice del otro, crecer juntos, admirarlo… Mucha gente me pregunta cómo le hago, entre tantas actividades, para estar en pareja. La respuesta es muy clara para mí: considero muy valioso el tiempo de estar con ese hombre que es mi pareja y se lo dedico por encima de muchas cuestiones más, que resultan ser menos importantes en la vida.

Me explico: tengo amigos que no se acuerdan de que están solos… hasta el viernes por la noche o un domingo en la mañana, porque el resto de su tiempo lo invierten en otras cuestiones valiosas. Es decir, tienen tiempo para verse bien, para ir al antro, para la uni, para la casa, para su vida social… pero en su esquema no habría tiempo para estar en pareja de lunes a viernes y todo lo que eso implica. Lo cual está bien, ¡si deciden, en conciencia, no tener pareja! El asunto está en desearla… pero no tener tiempo para ella.



Los que cuentan ya con una pareja, saben que hay que estar, dedicar, negociar con ella para estar en lo suyo y en lo propio, compartir, ceder, pedir… mantener una cotidianidad.

Mi mamá dice una frase que me ha marcado mucho en relación con la pareja: “Mijito, nadie se va de lo calientito”. Y creo que es cierto. Mientras mantengamos mutuamente el espacio de pareja calientito, no hay por qué no lograrlo, mientras sea un compromiso mutuo.


Cuando se quiere, se está. Y muy importante es el asunto del “mutuamente”. Es un esfuerzo de dos, con voluntad de dos, con ganas de dos, con entrega y compromiso de dos y parejo. ¡Qué fortuna vivir así! Cuando se encuentra esta gran posibilidad, vale la pena estar y vivir de a dos.

No hay príncipes azules como en los cuentos, ni princesas durmientes: nuestros hombres o mujeres son de carne y hueso. Es verdad, uno se encuentra en el camino al que es canijo y a otro que es peor, pero también hay la posibilidad de encontrarte a un ser con el que compartas la felicidad y hagan juntos el espacio lo suficientemente calientito para que perdure. No podemos negarnos a amar y ser amados por una pareja. Como dice una canción: si ya nos fue como en feria una y otra vez, hay que seguir mandando el miedo a otro pueblo… y volver a intentar.

martes, 5 de julio de 2011

La Vuelta Al Mundo En... ¿365 Días?

La vida; sus cambios, vueltas, sorpresas y demás...

Después de casi un mes sin publicar nada, me senté a reflexionar el día de hoy sobre lo hermosa e impredecible que es la VIDA.

Yo, que tengo la maña de ser tan terco, la osadía de enfrentar al destino y decirle que ya sé como son las cosas y que no creo que vayan a cambiar, yo que he llegado a ser tan inflexible con mi propio pensar. Y al final, el destino, la vida con sus vueltas y sorpresas, se encarga de callarme la boca y hacerme aprender

 Vino a mi mente un recuerdo, de un año exactamente, y me sorprendí. El 5 de julio del año pasado me encontré sumamente triste. ¿El motivo? Una persona. Lo que me sorprende de eso es que jamás imaginé que, un año después, hoy, iba a estar con ella y la iba a querer con todas las fuerzas que emanan de mi corazón, que iba a vivir con ella las cosas más locas que he hecho en diecinueve años, y que se iba a convertir en la persona más importante hoy por hoy.

 Es por eso que me senté a pensar, a reflexionar y a hacerme mil preguntas. ¿Será cierto eso de que el destino está escrito? ¿Qué sería hoy en día si el pasado hubiese sido diferente?

Y pienso; ¡Qué montón me falta por aprender, por reconocer, aceptar las jugarretas del destino, las lecciones de vida y los cambios de cada ser! Poco a poco se va logrando, se va aprendiendo, madurando... ¡Es increíble el cambio que se llega a dar!
Son esos pequeños instantes, esos cambios que, lentamente y, a veces, hasta con mucho dolor, te preparan hacia lo que eres hoy; son esas vueltas que te llevan hacía tu propia experiencia vivida, son esas sorpresas que la vida tiene escondidas.

 

Puede sonar raro, pero: déjenle las cosas al tiempo. Diría mi persona especial, ''él todo lo va a acomodar en su lugar''. Tiene razón...


Queda sólo decir: Qué afortunado soy  porque, después de tantas vueltas, tantos años y tantas decisiones, ustedes están aquí.

jueves, 9 de junio de 2011

Con Aroma A Cuetzalan...

Si tengo que iniciar este texto de una forma, será de la siguiente manera: ¡Amo Cuetzalan! Un pueblo adornado además por montañas y un clima húmedo en el que las nubes siempre descienden agregando suaves detalles visuales. Un sitio para caminar y descubrir.Simple y sencillamente, en ese lugar pasé el mejor fin de semana que he tenido en diecinueve años. ¿Las razones? Son muchas, y se las contaré todas.
 La primera es que es un pueblito lleno de magia: sus calles empedradas, sus tejados rojos y su clima húmedo encantan de inmediato. Una vez bajando del autobús que nos llevó, se sintió la energía del lugar, y con ello las ansias de vivirlo. Totalmente increíble el bienestar que se siente, después de más de cuatro horas de viaje, en el que hasta un mareo se puede atravesar... 
 Llegar a las cabañas en las que dormimos fue toda una odisea: se encontraban a unos cuántos kilómetros del centro, y ni idea de cómo encontrarlas. Gracias a Cristo, existen unos taxis mega chistosos en Cuetzalan, que la persona que me acompañaba y yo bautizamos como 'Cochecitos'. Barato, divertido y rápido; así fue el recorrido hasta Tosepan Kali, el hotel, mientras observábamos las calles, a la gente, aún portando con orgullo sus trajes típicos regionales, trabajando con alegría y portándose lo más amable posible con los fuereños. Después de pagarle la modesta cantidad de 15 pesos, el conductor del cochecito nos dejó en la recepción de Tosepan Kali, y se marchó hacia el pueblo. ¿Qué seguía? Sin duda alguna ¡lo mejor de mi vida!
  Nos instalamos en la cabaña, que nos pareció exactamente lo que esperábamos, nos bañamos, y regresamos al centro... Habíamos quedado de vernos con otros dos amigos que viajaban con nosotros (a quienes estamos eternamente agradecidos), en el centro de Cuetzalan, para ir a un recorrido guiado, programado para las 3:00 de la tarde. Tomamos un mototaxi y le pedimos, con toda la seguridad del mundo, que nos llevara a la Iglesia de los Jarritos... Comenzó el trayecto. ¡Vaya sorpresa que nos llevamos cuando nos llevó a un panteón! Después de obtener conjeturas y analizar a dónde queríamos ir, resolvimos que nos llevara al centro, donde nuestros amigos nos esperaban, seguramente con ansias, pues se hacía tarde. Llegamos al centro y comenzamos a buscarlos... No los encontramos. Entre desesperación y diversión, caminamos por el zocalito donde, después de varios minutos, nos topamos con el personaje más interesante de nuestro fin de semana: se trataba de un muchacho de estatura baja, piel morena y facciones extremadamente toscas. Se acercó a nosotros amablemente, y nos ofreció ayuda. Cuando rechazamos tal ofrecimiento, se tornó inmediatamente insistente, y mi acompañante y yo decidimos irnos lejos de él, mientras 'nuestro amigo' nos observaba con mirada inquisidiora y actitud reprobatoria.
  A la de mil, dimos con nuestros amigos, el lugar de la cita (Calle Galeana, No. 6) y con Darío, nuestro guía, un chavo de unos 25 años, alto y delgado, quien me pareció la persona más amable del mundo: dispuesto a esperarnos, a aclarar nuestras dudas, a ayudarnos y compartir con nosotros las tres horas más extremas de nuestras vidas, que estaban a sólo unos cuantos pasos.
 Caminamos con él por las calles llenas de gente, de puestos de comida, de artesanías, flores y aroma a café, a canela, vainilla y tierra mojada; hasta que el empedrado de la calle desapareció y el paisaje se tornó verde en todo su esplendor, bochornoso y húmedo. Nos adentramos a unos campos llenos de hierbas altas, mosquitos, tierra, piedras, y llegamos a un río cristalino, maravilloso, donde tomamos unas cuántas fotografías, haciendo de esto toda una ceremonia. Darío nos hizo caminar un poco más, y llegamos a la entrada de nuestro destino: una gruta que albergaba un río subterráneo, piedras resbalosas, caídas, sangre y mucha diversión. Dentro de ella, fue extraordinaria la sensación de soledad, de frío y de aventura, al grado de pensar que estabámos donde nunca nadie había estado... Luego de tres horas de caminar, arrastrarnos, brincar, nadar en agua helada (la persona más especial no lo hizo), escalar y admirar la grandeza de la naturaleza, encontramos la salida a tierra firme. Darío nos dio agua, chocolates para recuperar un poco la energía perdida y emprendimos el camino de regreso al pueblo. Una vez llegando a él, húmedos, sucios, sudorosos y extremadamente cansados, nos despedimos del guía y nos dirigimos al hotel, para un buen baño.
 Por la tarde-noche, recorrimos una parte del centro histórico, buscamos comida en un restaurante y tomamos paletas de hielo... Tranquila, hermosa, totalmente mágica fue la noche en Cuetzalan: caminamos por horas, platicamos de todo, admiramos las calles, las casas, las cruces de madera dispuestas en cada esquina... Nos admiramos de la sensación de seguridad que se vive en ese pueblito, donde nadie juzga, nadie cuchichea y simplemente se dedica a seguir su camino hacia el cafetal, hacia el cerro o hacia su pintoresca casa.

Continuará...

miércoles, 25 de mayo de 2011

¡Ahora o nunca!

¡Cuántas veces se dejan pasar oportunidades de conocer mejor a alguien y luego nos arrepentimos, sobre todo con alguien con el que se dan vibraciones especiales. Gente que se conoce en una reunión o que coincide con nosotros temporalmente en alguna actividad y con quien podemos intercambiar algunas palabras, o pasar todo un día y que nos hace sentir que no es como los demás, y que quizás podríamos establecer una relación de amistad o algo más.
Pero ¡ay! no hacemos nada y luego su recuerdo nos está matando durante días y creándonos sentimientos de frustración, por no haber actuado. Sobre todo si es difícil de volver a localizarle, o ya no se tiene un pretexto para verle.

Es verdad que recibimos mucha información inconsciente de las otras personas, en forma de gestos, miradas, comportamientos... Siendo curiosas la cantidad de similitudes que se pueden encontrar con un desconocido que nos atrae. (Y no me refiero por un físico atractivo) Similitudes en lo que atañe a historias familiares vividas, o necesidades profundas. Este fenómeno es universal, y hace que las personas simpaticen por sus necesidades o complementariedades psicológicas inconscientes.

La cosa es que cuanto más nos gusta alguien, o nos llama la atención, más inseguridad puede producir, y uno se inhibe, o se paraliza. Se nos congelan las palabras en la boca, cuando estaríamos deseando decirle montones de cosas: aunque sólo fuese nuestro deseo de conocerle mejor, y volver a quedar.

No actuamos y es mejor hacerlo y despejar dudas futuras ¿Por qué no atreverse? ¿qué puede pasar? ¿qué nos rechace? ¿que nos evite? Podría ser, pero si hemos interpretado bien los signos mutuos de simpatía, sería lo más improbable.

Igual lo que da miedo es que sentimos que esa persona pueda ser especial y eso nos paraliza, pues empezamos a imaginar un futuro con ella, y sentimos que arriesgamos a perder a alguien que ya nos parece importante. Sentimos miedo por anticipado. Nos precipitamos, pensado en lo que no va a funcionar o en que no le vamos a gustar, cuando ni le hemos empezado a conocer. Cuando lo que está pasando sólo ocurre en nuestra cabeza.

Debemos entablar el diálogo, pensando que si hubo miradas o simpatía el peso del encuentro no es solo nuestro. El otro está ahí, y parece que tiene interés. Ya hará lo que le corresponda. Abrimos un mundo de posibilidades, que no tienen por qué ser negativas, y si lo fueran es cuestión de poner el límite donde nos convenga. Siempre podemos decir NO. ¿Por qué reprimirse?

martes, 24 de mayo de 2011

Recordando: 'El Caballo De Arena'

Me dio por recordar mi infancia, y entre lo más bonito que encontré, fue una memoria acerca de un cuento que me fascinó la primera vez que lo leí: se llamaba 'El caballo de arena', y aparecía en el libro de Español de tercer grado de primaria. Lo comparto con ustedes, de los que, estoy seguro, más de uno lo recordará:

EL CABALLO DE ARENA

Había un artista que hacía esculturas sobre la arena y con arena, un día fue a la playa, demarcó un espacio, dejó su sombrero en la arena y se puso a trabajar. Primero trajo agua del mar y remojó la arena seca. Luego se puso a palmear y a moldear la arena. Decidió hacer un caballo.

Poco a poco, el caballo empezó a tomar forma: los músculos y los cascos, la cabeza erguida y las crines ondulantes.

La playa comenzó a llenarse de gente. Se paraban a admirar el caballo de arena. Y tanto les gustaba que dejaban dinero y las monedas tintineaban en el sombrero del artista.

El caballo iba creciendo. Era un caballo al galope, un caballo que galoparía para siempre, aunque tendido en la arena, fijo sobre uno de sus costados.

El escultor dedicó todo el día a su caballo, dando formas perfectas a los músculos de las piernas y el cuello, acentuando cada onda de sus crines.

 
Trabajó hasta la puesta del sol, cuando se sintió el frio en la playa. Entonces, las familias empezaron a irse, plegando sus sillas de tijera y sacudiéndose la arena. El artista recogió las monedas de su sombrero y también partió.

Al quedarse solo, el caballo de arena comenzó a despertar. Estaba vivo, pero no podía moverse. Abrió su único ojo, pero solo veía nubes. Con su único oído escuchó las gaviotas, el rugir y suspirar del mar. Y, mezclados con los estallidos de las olas, oyó suaves, casi imperceptibles relinchos.

Una gaviota se le posó en el lomo y lo picoteó con su pico filoso.

—Gaviota ¿Qué son esos relinchos?— le preguntó el caballo de arena.

—Son los caballo blancos allá en la bahía— respondió la gaviota.

—¿Qué hacen? ¿A dónde van?—preguntó de nuevo el caballo.

—Están brincando, corriendo, galopando y van a todas partes, a todos los puertos, a todas las costas, a todos los horizontes, a todas…

—Quiero ir con ellos— dijo el caballo de arena.
—¿Tú? Tú no puedes ir, eres un caballo de arena y no te puedes mover—dijo la gaviota burlándose y se alejó.

Entonces el caballo trató moverse pero no pudo, estaba fijo a la arena de la playa, el caballo comenzó a oir: “Ven con nosotros”, una y otra vez lo escuchaba. Entonces una ola chocó con la playa y lo bañó de espuma.

Y rompió una nueva ola, inundándolo, anegando su cabeza y sus crines.

—¡Ya voy! ¡Espéreme!— gritó.

Rompió otra ola y el agua corrió entre espumas a su alrededor, llenando todos los huecos.

El mar lo absorbía, lo arrancaba, lo deslizaba por la playa.

—¡Ya voy! ¡Ya voy!—gritaba.

Entonces llegó hasta la playa una ola enorme que se irguió, se encorvó y se desplomó sobre el caballo de arena, arrastrando sus crines, su cabeza, sus piernas y su cuerpo.

La ola gigantesca regresó mar adentro, llevándolo consigo. El caballo de arena sentía que las olas lo levantaban y lo mantenían a flote. Estaba en medio de los caballos blancos. El caballo se había ido con los demás caballos. 

A la mañana siguiente el artista bajó a la playa, se encontró con un grupo de gente que decía: “Es una lastima, todo su trabajo se lo llevó el mar”, al artista sonrió y se sintió satisfecho de ello. El sabía que el caballo se había ido al mar y estaba feliz.

viernes, 20 de mayo de 2011

Reliquia Familiar: 'Divino amor'

Desde que tengo uso de razón, en el librero de mi casa han estado tres libros viejos, polvorientos y percudidos por los años... Nunca me había interesado saber qué se ocultaba dentro de ellos, hasta hace unos meses, cuando decidí abrirlos, alentado por mi padre, y descubrí que se trata de una novela titulada 'Divino amor', de un tal Antonio Fossati. Comencé a leerla, y me pareció muy buena, así que me di a la tarea de buscar más en internet sobre dicha obra: cual fue mi sorpresa al ver que ¡no había absolutamente nada referente a ella! Nada sobre el autor, nada sobre la trama, ni mucho menos sobre los personajes... Así que comencé a investigar más aún acerca de 'Divino amor', pero esta vez no en internet, sino con mi abuela, una anciana de 79 años, quien podría decirme algo referente a estos tres pesados y viejos libros.
Resultó ser que en realidad, dichos libros, no eran libros como tales, sino hojas de un periódico que circulaba por la ciudad de Atlixco hacia principios de siglo pasado, por allá de los años 20. En dicho periódico se publicaba, día con día, una entrega de la novela que menciono, por lo que el padre de mi abuela, o sea, mi bisabuelo, comenzó a reunir las páginas donde se narraba una historia de amor tan intensa como una revolución, hasta juntarlas todas. Al final de dicha tarea, había logrado reunir al rededor de mil doscientas páginas y se le ocurrió mandarlas a encuadernar, para así poder conservar esta novela de la que, estoy seguro, el único ejemplar que existe es el que tengo sobre mis manos...


Me dispuse a transcribir una parte de ella, la cual compartiré con ustedes más adelante, y espero sea de su agrado. Saludos...