martes, 24 de mayo de 2011

Recordando: 'El Caballo De Arena'

Me dio por recordar mi infancia, y entre lo más bonito que encontré, fue una memoria acerca de un cuento que me fascinó la primera vez que lo leí: se llamaba 'El caballo de arena', y aparecía en el libro de Español de tercer grado de primaria. Lo comparto con ustedes, de los que, estoy seguro, más de uno lo recordará:

EL CABALLO DE ARENA

Había un artista que hacía esculturas sobre la arena y con arena, un día fue a la playa, demarcó un espacio, dejó su sombrero en la arena y se puso a trabajar. Primero trajo agua del mar y remojó la arena seca. Luego se puso a palmear y a moldear la arena. Decidió hacer un caballo.

Poco a poco, el caballo empezó a tomar forma: los músculos y los cascos, la cabeza erguida y las crines ondulantes.

La playa comenzó a llenarse de gente. Se paraban a admirar el caballo de arena. Y tanto les gustaba que dejaban dinero y las monedas tintineaban en el sombrero del artista.

El caballo iba creciendo. Era un caballo al galope, un caballo que galoparía para siempre, aunque tendido en la arena, fijo sobre uno de sus costados.

El escultor dedicó todo el día a su caballo, dando formas perfectas a los músculos de las piernas y el cuello, acentuando cada onda de sus crines.

 
Trabajó hasta la puesta del sol, cuando se sintió el frio en la playa. Entonces, las familias empezaron a irse, plegando sus sillas de tijera y sacudiéndose la arena. El artista recogió las monedas de su sombrero y también partió.

Al quedarse solo, el caballo de arena comenzó a despertar. Estaba vivo, pero no podía moverse. Abrió su único ojo, pero solo veía nubes. Con su único oído escuchó las gaviotas, el rugir y suspirar del mar. Y, mezclados con los estallidos de las olas, oyó suaves, casi imperceptibles relinchos.

Una gaviota se le posó en el lomo y lo picoteó con su pico filoso.

—Gaviota ¿Qué son esos relinchos?— le preguntó el caballo de arena.

—Son los caballo blancos allá en la bahía— respondió la gaviota.

—¿Qué hacen? ¿A dónde van?—preguntó de nuevo el caballo.

—Están brincando, corriendo, galopando y van a todas partes, a todos los puertos, a todas las costas, a todos los horizontes, a todas…

—Quiero ir con ellos— dijo el caballo de arena.
—¿Tú? Tú no puedes ir, eres un caballo de arena y no te puedes mover—dijo la gaviota burlándose y se alejó.

Entonces el caballo trató moverse pero no pudo, estaba fijo a la arena de la playa, el caballo comenzó a oir: “Ven con nosotros”, una y otra vez lo escuchaba. Entonces una ola chocó con la playa y lo bañó de espuma.

Y rompió una nueva ola, inundándolo, anegando su cabeza y sus crines.

—¡Ya voy! ¡Espéreme!— gritó.

Rompió otra ola y el agua corrió entre espumas a su alrededor, llenando todos los huecos.

El mar lo absorbía, lo arrancaba, lo deslizaba por la playa.

—¡Ya voy! ¡Ya voy!—gritaba.

Entonces llegó hasta la playa una ola enorme que se irguió, se encorvó y se desplomó sobre el caballo de arena, arrastrando sus crines, su cabeza, sus piernas y su cuerpo.

La ola gigantesca regresó mar adentro, llevándolo consigo. El caballo de arena sentía que las olas lo levantaban y lo mantenían a flote. Estaba en medio de los caballos blancos. El caballo se había ido con los demás caballos. 

A la mañana siguiente el artista bajó a la playa, se encontró con un grupo de gente que decía: “Es una lastima, todo su trabajo se lo llevó el mar”, al artista sonrió y se sintió satisfecho de ello. El sabía que el caballo se había ido al mar y estaba feliz.

1 comentario:

  1. mui buen relato
    un ritsta debe de esforsarse cada dia para hir subienndo sus limites sin fin

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